La historia captura un episodio en la vida de la pionera del blues Ma Rainey, y todo transcurre durante una sesión de grabación en el lejano 1927. Durante 94 minutos, entre los cuatro integrantes de la banda y la diva interpretada por Viola Davis, se abordan temas como segregación racial, abusos, injusticias, así como defensa de los derechos civiles. El blues como telón de fondo para lanzar una aguda crítica social.
Es tan evidente que ha habido avances desde 1927 como que el racismo sigue teniendo una fuerte presencia en la sociedad norteamericana, sobre todo en algunas zonas de ese país. Por ello seguro que existe la tentación de extrapolar las ideas que plantea La madre del blues a la sociedad actual, algo quizá un poco exagerado, al menos en todo lo que sucede fuera del estudio de grabación, ya que es entonces cuando la situación histórica del relato deja una huella más clara en lo que vemos en la película.
Dentro del mismo el conflicto se mantiene vinculado a lo racial, pero también en lo referente a la posición en el escalafón social, con Ma no dejando pasar ni la más mínima para recordar quién es la que manda allí, el trompetista Levee dejando claro que no está dispuesto a conformarse con las cartas que le ha dado la vida y los dueños del estudio maniobrando para conseguir lo que desean al menor coste posible.
Probablemente, en el fondo de su corazón, Chadwick Boseman presentía que podría ser su último papel y por tal razón puso su alma en ello. Levee es el rebelde trompetista de la banda; un talentoso músico que vivió en carne propia la cruda relación entre “blancos y negros” de principios del siglo XX. Pero eso no le impide ser también pícaro y entusiasta, soñador y visionario.
Evidentemente carcomido por el cáncer, Boseman no permite que eso lo defina y entrega una de sus mejores actuaciones. Ya lo habíamos visto encarnando a otro grande de la música en I feel good: la historia de James Brown (2014), por lo que ya contaba con las tablas suficientes para superarse en este trabajo.
Chadwick Boseman logra una gran interpretación como Levee en La madre del blues Chadwick Boseman nos entrega en su último papel una actuación digna de recordar. Viola Davis hace lo propio como Ma Rainey. Podría parecer odiosa y petulante, pero su personaje tiene un trasfondo poderoso. Una mujer afroamericana triunfa rotundamente y su éxito le permite poner términos y condiciones sobre su propia obra. ¿Cuántas mujeres en esos tiempos y bajo esas circunstancias podrían decir lo mismo?
Lamentablemente, la película los mantiene mucho más tiempo separados que juntos, lo cual da pie a escenas de reflexión muy potentes, en especial ese momento en el que Levee recuerda lo que le sucedió a su padre, un hecho que le dejó marcado para siempre. Para él, conformarse con ser uno más no es una opción y tiene el talento para que le den una oportunidad, lo que no tiene es el color de piel adecuado para que nadie apueste realmente por él.
Siendo justos, el personaje con una evolución más marcada en la película es él pese a que todo gire en realidad alrededor de ella. En el caso de Ma, Davis tiene que ir oscilando entre la necesidad de hacerse respetar y cierto aire de diva que se sabe intocable, algo insólito en la época siendo lesbiana sin tapujos. Eso lleva a que tenga que una presencia imponente en todo momento y que desprenda una confianza absoluta en sí misma. La transformación física también ayuda lo suyo.
músicos pocos menos que se rían de él y sus zapatos nuevos en más de una ocasión. Ahí surge una estimulante oposición entre unas promesas que quizá nunca se cumplan con Levee y otras que se están intentando romper a la mínima con Ma pero que uno siempre tiene claro que acabarán cumpliéndose.
Esto es algo que Wolfe sabe captar con bastante acierto pese a que es la energía que desprenden las actuaciones y no su tratamiento visual del guion lo que permite a La madre del blues escapar del temido estatismo en el que podría haber caído muy fácilmente. Por su parte no puede decirse que aporte mucho para ver en esta película más que teatro filmado, algo evidente incluso en su potentísimo final. Ahí se percibe aún más que las actuaciones, cuanto más al desnudo estén, las que realmente destacan aquí.