En la mitología griega, Hipólita, líder de las Amazonas, encarna la autonomía, el gobierno colectivo y la sabiduría estratégica. A diferencia de quienes construían su poder sobre la conquista o la sumisión, ella dirigía a su pueblo desde la firmeza de sus convicciones y la defensa de sus principios, basando su poder no en el sometimiento, sino en la claridad de propósito y en la capacidad para decidir con dignidad.
Hipólita, estratega hábil, sabía cuándo luchar, cuándo negociar y cuándo imponer respeto. Su figura es una excelente metáfora de los tiempos que vivimos hoy, con el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum y cuando México enfrenta desafíos externos, presiones económicas y choques ideológicos.
Desde el inicio de su mandato, la presidenta no ha claudicado ante las presiones internas ni las amenazas externas. Al contrario: opta siempre por consolidar la política interior y la economía nacional, y responder con inteligencia política y altura de miras. El acuerdo alcanzado con Donald Trump para posponer la imposición de nuevos aranceles es una prueba fehaciente de ese temple.
Frente a una nueva ola de proteccionismo e imposición unilateral por parte de Estados Unidos, México sigue eligiendo el camino de la negociación entre iguales, del respeto mutuo y de la defensa de los intereses nacionales.
Pero no solo se trata de una pugna comercial; en el fondo, es una disputa entre visiones. Por un lado, está la visión progresista que apuesta por la cooperación, el desarrollo con justicia social y el respeto entre naciones (visión que encabezan México, Brasil y varios miembros de la Unión Europea); por el otro, está la visión proteccionista, conservadora y unilateral, que intenta imponer su agenda con amenazas arancelarias o sanciones.
Existen voces dispuestas a ceder nuestra autodeterminación a cambio de migajas o de favores temporales. Esas voces no solo vienen de fuera. Aquí mismo hay quienes se incomodan con el rumbo soberano que ha tomado México con la llegada de la Cuarta Transformación. Son herederos de los polkistas del siglo XIX, que aplaudieron la invasión estadounidense y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.
Actualmente, esos actores se presentan con nuevos rostros, pero con las mismas ideas e intenciones: son neopolkistas, disfrazados de moderados, que promueven la injerencia extranjera y descalifican cualquier ejercicio de soberanía, calificándolo de aislamiento o radicalismo.
De ahí la importancia de respaldar lo que ha logrado la presidenta. Porque no se trata solo de un acuerdo comercial, sino de la consolidación de una estrategia que evita golpes arancelarios, protege a sectores clave de la economía y mantiene el diálogo abierto sin perder el rumbo. Ella misma lo señaló con claridad: “Ha funcionado nuestra estrategia de cabeza fría, temple y defensa con firmeza de nuestros principios”.
Además, debemos subrayar que esta no es una excepción. En las últimas semanas, la Unión Europea y países como China fueron blanco de medidas similares por parte de la administración Trump. La diferencia está en la respuesta, y México salió con respeto y acuerdos concretos, pero, sobre todo, sin ceder en lo esencial.
Este resultado no sería posible sin un liderazgo consolidado y con respaldo popular. Las encuestas más recientes reflejan un alto nivel de aprobación hacia la mandataria mexicana, lo que confirma que su estrategia es legítima y eficaz. Y esa legitimidad se traduce en fuerza, tanto al interior como al exterior.
Queda demostrado que es posible hacer política exterior sin renunciar a nuestros principios. Queda claro que negociar no es rendirse, que dialogar no es obedecer y que ceder no es traicionar. Y en este contexto, lo más importante es que sigamos cerrando filas en torno a una presidenta que ha hecho de la dignidad una política de Estado.
Los desafíos que vienen exigen unidad, visión y firmeza. Hay que cerrar filas, porque solo con liderazgo verdadero México podrá seguir su camino de transformación con soberanía, paz y justicia.