Desde que Morena llegó al poder, ha insistido en promover una supuesta reforma electoral de gran calado. Ya lo intentaron en abril de 2022 con una iniciativa fallida del entonces presidente López Obrador —cuyo objetivo principal era desaparecer al INE y concentrar el poder electoral—.
Lo preocupante es que en la delineada por la actual titular del ejecutivo, temor que se refuerza con el perfil del “encargado” de la comisión para elaborarla, la intención de esta nueva reforma anunciada recientemente sigue siendo más que evidente: alterar las reglas democráticas a su favor.
En aquel momento, el intento fue detenido por millones de ciudadanos y por una oposición que supo hacerle frente con responsabilidad y valentía para detener el retroceso democrático que se planteaba.
Hoy, la actual titular del Ejecutivo federal busca continuar por esa misma ruta, con una reforma electoral que se anuncia profunda, pero que se percibe que se construye con prisas y sin diálogo.
En Acción Nacional nos preocupa que una decisión tan trascendental para la vida democrática del país se convierta en otro capítulo de las llamadas “reformas exprés”, diseñadas en lo oscurito, sin debate público, sin diagnóstico, y por lo tanto sin consenso.
Hemos alertado sobre el riesgo que representa la intención de Morena de modificar las leyes electorales sin abrir un verdadero diálogo con las fuerzas políticas y la sociedad. Una reforma de esta magnitud no puede construirse desde la imposición ni al margen del consenso.
No está de más recordar que en la tradición republicana las reformas electorales deben surgir de la oposición, ya que si son emanadas del oficialismo siempre tendrían la sombra de la tentación de concentrar más poder, como ha pasado en los países que hoy son dictaduras.
El país no necesita una reforma electoral para beneficiar a un partido o para inclinar la balanza hacia quienes piensan de una sola manera. México es un país de muchas voces, con realidades distintas que merecen ser escuchadas y respetadas para fortalecer nuestra vida democrática.
Se habla, por ejemplo, de elegir consejeros del INE por voto popular. Lo que parece una propuesta “democrática” en realidad podría abrir la puerta a la politización total del árbitro electoral. Ya fuimos testigos del vulgar fraude que resultó la elección de jueces y magistrados del Poder Judicial.
También se menciona la eliminación de los legisladores plurinominales, lo cual, sin un modelo de representación proporcional que garantice inclusión, podría dejar fuera del Congreso la opinión y el sentir de millones de mexicanas y mexicanos que no votan por el partido en el poder, o sea, dejar fuera a todas las minorías.
Desde Acción Nacional hemos propuesto alternativas claras, como un sistema de representación pura que refleje fielmente el voto ciudadano. Una democracia moderna no le tiene miedo a la pluralidad, la respeta y la incorpora.
La segunda vuelta en elecciones presidenciales, la nulidad de comicios cuando haya intervención del crimen organizado, y reducir a la mitad el umbral de sobrerrepresentación en el Congreso, entre otras reformas propuestas de gran calado que verdaderamente fortalezcan a la democracia en México.
En su “reforma” también se ha hablado de reducir los costos electorales. Estamos de acuerdo en revisar todo aquello que se pueda hacer más eficiente, pero no aceptaremos que en nombre del “ahorro” se debilite al INE, se manipule el padrón electoral o se limite el trabajo de los órganos que garantizan elecciones libres.
Lo decimos con total claridad: alzaremos la voz para que no se debilite más a las instituciones electorales o que se ponga en riesgo la autonomía de quienes deben ser árbitros. Consideramos que una reforma electoral tiene que contar con la participación de expertos, que escuche a la ciudadanía y que construya consensos con la oposición.
En Acción Nacional creemos que las reglas del juego electoral deben garantizar el equilibrio para todos. México no necesita una reforma a modo o de ideologías, necesita una democracia fuerte, donde las y los ciudadanos tengan siempre la última palabra.